Asesinado por Lee Harvey Oswald en 1963 mientras hacía una aparición en Dallas, la muerte de Kennedy fue devastadora para el país que había imbuido de grandes esperanzas para el futuro. Pero al menos había logrado sentar las bases para que sus promesas se cumplieran.
Cuando habló con los estudiantes de la Universidad de Michigan en 1960, rogándoles que consideraran un nuevo programa de voluntariado que se conocería como el Cuerpo de Paz, dijo: “Ciertamente hay un propósito mayor, y estoy seguro de que lo reconocen… Vengo aquí esta noche pidiendo su apoyo para este país durante la próxima década”. Y más de una década después, el legado de Kennedy todavía se recuerda con cariño, iluminado por el espíritu optimista de su Camelot.