La Ley de Correos del 20 de febrero de 1792 definió el carácter del joven sistema postal. El animado debate del Congreso buscó separar las viejas prácticas del futuro propósito y dirección del servicio postal. Las discusiones examinaron temas de libertad de prensa, privacidad personal y crecimiento nacional. La ley determinó que el servicio postal de EE. UU. sería autosuficiente y devolvería las ganancias al tesoro nacional.
Según la ley, los periódicos continuaron teniendo acceso al correo a tarifas bajas, lo que promovió la difusión de información en los nuevos estados. Para garantizar la santidad y la privacidad de los correos, a los funcionarios postales se les prohibió abrir las cartas a su cargo, excepto aquellas que no se podían entregar. De acuerdo con el Artículo 1, Sección 8 de la Constitución de los EE. UU., el Congreso asumió la responsabilidad de "establecer oficinas postales y caminos postales", asegurando que las rutas postales ayuden a impulsar la expansión y el desarrollo, no solo para servir a las comunidades existentes.