Durante los primeros cincuenta años del Servicio de entrega gratuito de la ciudad (en inglés: City Free Delivery Service), los carteros llevaban el correo de los estadounidenses directamente a su puerta. Ya en la década de 1880, el servicio postal había comenzado a alentar a los propietarios de viviendas a adjuntar buzones a sus casas. Si bien algunos hogares invirtieron en recipientes de metal o vidrio para guardar el correo, la mayoría siguió confiando en que los carteros tocaban, silbaban o tocaban el timbre (sí, el cartero tocó dos veces) para señalar la llegada de su correo.
En 1916, los expertos en eficiencia determinaron que los carteros perdían casi dos horas al día esperando a que los clientes llegaran a la puerta. En respuesta, el Departamento de Correos declaró que todos los hogares deben adjuntar un buzón de correo o ranura para cartas a su hogar para poder recibir el correo.